
Hará cosa de siete meses que el cómico Antón Coucheiro nos propuso a Clara Gayo, Zé Paredes y a mí formar una residencia de dramaturgos en la casa de microartes que regenta en Santiago de Compostela, A Regadeira de Adela. Comenzamos nuestros encuentros con dos ejercicios que él había realizado en el taller de escritura de microteatro Escribir sin manual, impartido por Juan Cavestany (Dispongo de Barcos, Gente en sitios...) durante su estancia en Madrid. Estos consistían en realizar la adaptación teatral del relato de Franz Kafka Un médico rural y de una escena de la magnífica serie Louie, reflexión sobre la existencia humana a través de viñetas semificcionadas de la vida del monologuista Louis C.K. que él mismo escribe, dirige y protagoniza.
Ahí estábamos, tres personas con una experiencia consagrada en la profesión teatral y yo, un principiante que no sabía muy bien como se había colado allí y cuyo único aval era su trabajo como guionista en varios proyectos audiovisuales que respiraban amateurismo por los cuatro costados y nunca llegaron a buen puerto. Sin embargo, como buen admirador tanto de la literatura de Kafka como de la genuina y vanguardista creación televisiva de C.K., sentía que aquello había empezado con buen pie y me iba a llevar a algún lugar cuanto menos interesante. Fue trabajando con estos ejercicios cuando a Clara se le ocurrió la idea de que cada uno podía adaptar un relato del escritor checo y estrenar juntos un ciclo dedicado a su figura.
Hicimos un sorteo y a mí me tocó Un Mensaje Imperial, narración brevísima (apenas dos párrafos) que habla de la imposibilidad de que un mensaje que envía un emperador antes de morir llegase al interlocutor del relato. Como todos los de Tito Franz, es ambiguo en su significado y admite tantas interpretaciones como lectores. Precisamente el motivo de que Cavestany quisiera usar a Kafka en su taller es que no hablamos de un autor cuyas historias se apeguen al realismo, la linealidad o la coherencia espacial, y sí algo bueno puedes encontrar en ellos es simplemente lo que dios quiera que te evoque. Siendo imposible entonces -corres el riesgo de volverte loco si lo intentas- adaptar ninguna a un espacio de apenas 3 metros cuadrados y a una representación de 15 minutos con dos actores como máximo, lo más viable es pensar en "que te transmite" el cuento y desarrollar a partir de eso algo que no tiene nada que ver. Se trata pues de un ejercicio más tonal y atmosférico que narrativo o argumental.
Esta es la explicación más sencilla que se me ocurre de porque cualquiera de las obras resultantes de este experimento guarda poco o ningún parecido con el texto en el que se inspira. En mi caso, tras darle muchas vueltas y descartar una reflexión sobre la incomunicación humana y alegato contra la represión policial que no sabía como llevar a cabo, el bueno de Cou me propuso una idea que trasladaba la idea del relato a nuestros tiempos: un hombre al que nadie marca Me Gusta en sus estados de facebook. A partir de ahí fue un duro trabajo de pensar, escribir y reescribir hasta que el texto tuviese un mínimo de forma y se hubiesen corregido gran parte de las deficiencias de las primeras versiones.

Si algo tenía cada vez más claro es que, a pesar de estar adaptando a un autor aparentemente tan terrorífico y malsano como Kafka, tenía que hacer comedia. Al pensar en esto me acordé de las palabras que escribía David Foster Wallace en su ensayo sobre el escritor checo donde explicaba que sus alumnos se veían incapaces de reconocer el sentido del humor que recorría su corpus creativo. En concreto:
“No es que los estudiantes no pillen el humor de Kafka, sino que les hemos enseñado a percibir el humor como algo que se pilla, al igual que les hemos enseñado que la identidad es algo que uno simplemente posee. No es de extrañar que no aprecien la verdadera broma central de Kafka: que la horrible lucha para establecer la identidad humana da como resultado una identidad cuya humanidad es inseparable de esa horrible lucha. Que nuestro interminable e imposible camino a casa es, de hecho, nuestra casa”.
Existe humor en Kafka como puede existirlo en David Lynch, solo que no es lo que nosotros entendemos normalmente por humor y que en realidad se reduce a una sola tipología de este. Foster Wallace se lamentaba de que sus alumnos fuesen incapaces de entender ese humor como catarsis oscura, de que para ellos la comedia fuese justo lo contrario: una absoluta frivolidad en la que recae la ironía de cada día.
Con el texto ya en la mano tocaba la búsqueda de actores. No me compliqué mucho, sabía que no podía acceder a profesionales de gran caché ni lo necesitaba para conseguir a dos estupendos cómicos que reinterpretarían la obra llevándola a un nuevo nivel. Por eso busqué a Diana Sieira, con quien ya he compartido varias experiencias en el campo de la improvisación teatral y a la que presumo un enorme potencial, y Daniel Vilaverde, quizá de los pocas personas que hay en Galicia con las que puedo compartir esa visión cómica que siempre he querido darle a las cosas que hago y que viene inspirada por gente como Ricky Gervais, Stephen Merchant o el propio Louis C.K., sin dejar de ser por eso genuinamente gallego y radicalmente autoral.
Lo que podéis ver si decidís acercaros a este ciclo no se parecerá a The Office, a Louie ni a nada que haya hecho Kafka, que si se levantara ahora de la tumba se cagaría en todos nuestros antepasados al ver en que hemos transformado su preciada creación. Aunque sobra decir que estoy seguro de que las obras de Zé y Clara están mucho mejor que la mía, sí puedo asegurar que he intentando escribir una comedia honesta que espero resulte bastante entretenida para el público, ya que al fin y al cabo es lo único que buscamos con esto.

Finalmente en esta Semana Kafka que organizamos en A Regadeira de Adela (Rúa Tras San Fiz de Solovio, encima del Bar Embora) en Santiago de Compostela los jueves, viernes y sábado 17, 18 y 19 de Abril podréis ver:
"Mirate iso, tía", escrita por Zé Paredes a partir de "Un médico Rural". Baño 21:30 / 22:00 / 22:30
"A fame dun artista!, un texto de Clara Gayo dirigido por Zé Paredes a raíz del relato "Un artista del Hambre". Salón 21:15 / 21:45 / 22:15
"Gústame", texto de un servidor Paulo Rubal que codirijo con Antón Coucheiro. Inspirado en "Un Mensaje Imperial". Alcoba 21:00 / 21:30 / 22:00
¡Viva Kafka, amigos!
Hicimos un sorteo y a mí me tocó Un Mensaje Imperial, narración brevísima (apenas dos párrafos) que habla de la imposibilidad de que un mensaje que envía un emperador antes de morir llegase al interlocutor del relato. Como todos los de Tito Franz, es ambiguo en su significado y admite tantas interpretaciones como lectores. Precisamente el motivo de que Cavestany quisiera usar a Kafka en su taller es que no hablamos de un autor cuyas historias se apeguen al realismo, la linealidad o la coherencia espacial, y sí algo bueno puedes encontrar en ellos es simplemente lo que dios quiera que te evoque. Siendo imposible entonces -corres el riesgo de volverte loco si lo intentas- adaptar ninguna a un espacio de apenas 3 metros cuadrados y a una representación de 15 minutos con dos actores como máximo, lo más viable es pensar en "que te transmite" el cuento y desarrollar a partir de eso algo que no tiene nada que ver. Se trata pues de un ejercicio más tonal y atmosférico que narrativo o argumental.
Esta es la explicación más sencilla que se me ocurre de porque cualquiera de las obras resultantes de este experimento guarda poco o ningún parecido con el texto en el que se inspira. En mi caso, tras darle muchas vueltas y descartar una reflexión sobre la incomunicación humana y alegato contra la represión policial que no sabía como llevar a cabo, el bueno de Cou me propuso una idea que trasladaba la idea del relato a nuestros tiempos: un hombre al que nadie marca Me Gusta en sus estados de facebook. A partir de ahí fue un duro trabajo de pensar, escribir y reescribir hasta que el texto tuviese un mínimo de forma y se hubiesen corregido gran parte de las deficiencias de las primeras versiones.

Si algo tenía cada vez más claro es que, a pesar de estar adaptando a un autor aparentemente tan terrorífico y malsano como Kafka, tenía que hacer comedia. Al pensar en esto me acordé de las palabras que escribía David Foster Wallace en su ensayo sobre el escritor checo donde explicaba que sus alumnos se veían incapaces de reconocer el sentido del humor que recorría su corpus creativo. En concreto:
“No es que los estudiantes no pillen el humor de Kafka, sino que les hemos enseñado a percibir el humor como algo que se pilla, al igual que les hemos enseñado que la identidad es algo que uno simplemente posee. No es de extrañar que no aprecien la verdadera broma central de Kafka: que la horrible lucha para establecer la identidad humana da como resultado una identidad cuya humanidad es inseparable de esa horrible lucha. Que nuestro interminable e imposible camino a casa es, de hecho, nuestra casa”.
Existe humor en Kafka como puede existirlo en David Lynch, solo que no es lo que nosotros entendemos normalmente por humor y que en realidad se reduce a una sola tipología de este. Foster Wallace se lamentaba de que sus alumnos fuesen incapaces de entender ese humor como catarsis oscura, de que para ellos la comedia fuese justo lo contrario: una absoluta frivolidad en la que recae la ironía de cada día.
Con el texto ya en la mano tocaba la búsqueda de actores. No me compliqué mucho, sabía que no podía acceder a profesionales de gran caché ni lo necesitaba para conseguir a dos estupendos cómicos que reinterpretarían la obra llevándola a un nuevo nivel. Por eso busqué a Diana Sieira, con quien ya he compartido varias experiencias en el campo de la improvisación teatral y a la que presumo un enorme potencial, y Daniel Vilaverde, quizá de los pocas personas que hay en Galicia con las que puedo compartir esa visión cómica que siempre he querido darle a las cosas que hago y que viene inspirada por gente como Ricky Gervais, Stephen Merchant o el propio Louis C.K., sin dejar de ser por eso genuinamente gallego y radicalmente autoral.
Lo que podéis ver si decidís acercaros a este ciclo no se parecerá a The Office, a Louie ni a nada que haya hecho Kafka, que si se levantara ahora de la tumba se cagaría en todos nuestros antepasados al ver en que hemos transformado su preciada creación. Aunque sobra decir que estoy seguro de que las obras de Zé y Clara están mucho mejor que la mía, sí puedo asegurar que he intentando escribir una comedia honesta que espero resulte bastante entretenida para el público, ya que al fin y al cabo es lo único que buscamos con esto.

Finalmente en esta Semana Kafka que organizamos en A Regadeira de Adela (Rúa Tras San Fiz de Solovio, encima del Bar Embora) en Santiago de Compostela los jueves, viernes y sábado 17, 18 y 19 de Abril podréis ver:
"Mirate iso, tía", escrita por Zé Paredes a partir de "Un médico Rural". Baño 21:30 / 22:00 / 22:30
"A fame dun artista!, un texto de Clara Gayo dirigido por Zé Paredes a raíz del relato "Un artista del Hambre". Salón 21:15 / 21:45 / 22:15
"Gústame", texto de un servidor Paulo Rubal que codirijo con Antón Coucheiro. Inspirado en "Un Mensaje Imperial". Alcoba 21:00 / 21:30 / 22:00
¡Viva Kafka, amigos!
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